I
Ángel fémina ausente y sin voz
Ángel sin pupilas del sol
Te quedaste quieta en los hielos perpetuos, libre de la muriente ánima del infame mortal causante de tu desamor que tentó la ira de tu creador.
II
El estío ha fenecido lejos de las memorias
La luna de estampa en blanco y negro se ha caído de tus tactos, y el horizonte de urbes y océano, se ha disecado en un lienzo rasgado.
En el limbo se exclaman nombres que nadie alguna vez a escuchado, y tu nombre se pronuncia en los espacios de apariencia dócil, lejana, hermosa y cautiva en el vástago del ajeno infiel.
III
Son tus manos frías que sucumben al vaivén de tu espada inerte.
Son instantes la lucidez del hermoso albedrío de la cópula, la posesión y los delirios de ternura que tentó la ira de tu creador.
IV
Ángel fémina ausente y sin voz
Ángel sin pupilas del sol
yo, el infame mortal, te amaré escabulléndome de los gendarmes de tu credo, te alcanzaré y besaré tus labios con el calor de un corazón que no puede ser violentado por las bestias que hostigan y que envía tu creador.
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Autor: Raúl Silverio Carbajal
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