El día diecinueve del décimo mes, amaneció como un día especial, pues así estaba indicado en el destino con sus circunstancias para tal evento. Lo curioso es que toda mi vida e obviado tales fechas, aunque en el fondo de mi formación siempre e deseado esos días de eventos con sus sonrisas que por motivos diferentes nunca pudieron ser.
En fin, el día diecinueve del décimo mes, cuando recién eran los primeros minutos y mi ojos se cerraban por el cansancio, escribí y guardé un mensaje en el móvil que luego envié cuando el sol clareaba la mañana, para después, esperar una respuesta grata y amable, con esa convicción de sueños que se encuentran cuando no se buscan... En esa hermosa inherencia que saben las almas.
Estuve todo el día ensimismado en esa ficción tan pulcra que no pudo ser por quien sabe que motivo real, aunque lo intuyo; mientras el sol quemaba en el arenal y el viento arrastraba partículas de tierra que me entorpecían la visión.
El móvil nunca sonó el bip como mensaje de respuesta, ese día especial se diluyó con el pasar de las horas. La situación fortuita fue el inasible respiro de sueños, quedando tan solo retazos de telas y felpas con formas curiosas de esas que enternecen con sus ojos de vidrio.
Ahora, otra vez sé de espacios y vacíos de los futuros días del destino en calles cualquiera.
Autor: Raúl Silverio Carbajal
América del Sur / Perú
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