En los vientos de agosto y septiembre, en los recovecos de mi ciudad: Lima (nombrada la ciudad jardín y también la ciudad de los reyes) hace años solía verse en las distancias, el vuelo de las cometas hechas con carrizo y bolsas plásticas de colores, estas cometas artesanales, solían volar en muchedumbre de competencia en los barrios marginales llamados asentamientos humanos y pueblos jóvenes. Los autores de tales artificios eran los niños y adolescentes que encontraban el esparcimiento en tales artefactos de argucias de sonrisas y rencillas en sus vuelos.
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Los deslices de aventuras de las cometas, solían contornearse en los vientos una y otra vez, para luego, soltar uno o dos paracaídas con soldaditos de plástico desde gran altura, provocando, que un grupo de infantes vayan corriendo a donde cayera el improvisado paracaidista. Obtener el juguete era toda una hazaña de competencia el cual permitía contar con la admiración de ganador. Sin lugar a dudas... un tiempo tan pulcro como las sonrisas y la tierra impregnada en las ropas producto del juego infantil.
Los deslices de aventuras de las cometas, solían contornearse en los vientos una y otra vez, para luego, soltar uno o dos paracaídas con soldaditos de plástico desde gran altura, provocando, que un grupo de infantes vayan corriendo a donde cayera el improvisado paracaidista. Obtener el juguete era toda una hazaña de competencia el cual permitía contar con la admiración de ganador. Sin lugar a dudas... un tiempo tan pulcro como las sonrisas y la tierra impregnada en las ropas producto del juego infantil.
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En el presente, un día cualquiera de vientos de cometas, estos artefactos de creación de sonrisas, ya no vuelan con sus endebles carrizos y sus bolsas multicolores... Hoy, lucen ausentes en los cielos plomizos de Lima, tan solo se puede ver el inaceptable smog que captura más del mismo para entorpecer los cielos que antaño fueron azul.
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¿Donde están quienes deberían crear estos hermosos artefactos? La respuesta es simple: Están mutilándose y enclaustrando sus ideas en las cabinas de internet, logrando acumulación de horas en video juegos homicidas y clonando sus espíritus con pornografía y engordando con comida basura... No es otra cosa que el facilismo de lo inmediato del tiempo actual y futurista cargado de tecnología cuyos responsables de administrar tales eventos, les importa un reverendo carajo al crear un mercantilismo mediocre carente del progreso natural.
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El otro día, mientras realizaba mi faena de laburo, al transitar por un barrio marginal cuyo frontis son las pendientes del hediondo río Rímac, pude ver tres cometas maltrechas que luchaban por elevarse en los contaminados vientos de Lima... Cada una hacia su mejor esfuerzo, logrando elevarse al sortear los cables cual telarañas se interponían en su camino; los autores de tal gracia eran tres infantes que corrían junto a sus perros chuscos y flacos que ladraban tan afanosos como un canto de triunfo... Entonces... sonreí. Y mencioné una oración muda que comparto con ustedes:
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- Que hermoso... No todo está perdido... Veo la esperanza.
Autor: Raúl Silverio Carbajal
América del Sur / Perú
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