martes, 5 de julio de 2011

A la Memoria de Władysław Szpilman


El desvelo de la memoria besa las sienes y los filos de las copas con rojo vino, bajo estructuras blancas que cobijan el albedrío hermosamente triste y encantador a la ascensión terrenal del poniente.

Los pasos desfilan con ese orden marcial de los ojos cerrados y brillosamente oscuro en el tropel de los destinos reservados.

Las falanges amorosamente esculpidas por dioses de otros tiempos, logran su cometido en los lienzos gloriosos que acechan libres en días sin noches, tan eternas como las piedras.
Afuera, los motores rugen, los fenecidos colapsan y las silbantes margaritas se abren indóciles como múltiples soles, gestando un mundo desolado con flameantes banderas negras que no disciernen entre las estrellas de David y las cruces homicidas del Reich.

El frío ha caído sobre los gélidos huesos inmóviles, como las pupilas que observan el advenimiento incomprensible y cubierto con cenizas expulsadas por el cobre de los aceros

Hermosamente oculto, agazapado en las sombras frías, dedos fantasmales y zigzagueantes se posan en el inasible, hacia los puntos de nieve y lunas  nuevas, para que el artificio de las cuerdas expulsen sonidos de lejanas deidades bajo el ahora cielo azul manchado de nubes volátiles que no amenguan tu arte, arte que sobrevive para el legado de tus días, desde lejanos salones de terciopelo.

Pianista del gueto de Varsovia.

Se honra tu memoria.



Autor: Raúl Silverio Carbajal
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foto: google

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