domingo, 25 de agosto de 2013

Beso


Necesito un beso para esta fría noche.

Necesito un beso y solo me responde el silencio de los días, las distancias de las dermis y los pasos lejanos sin sonidos hurtados de los ecos.

Necesito un beso para esta fría noche.

Necesito un beso aunque sea lograda en mi imaginación que no se comparte por la desidia de la dama que luce oculta adrede en los espacios de las calles cotidianas que todos ven.

Necesito un beso y mis labios besan con el calor que consigue el vino, a esa poca tibieza cercana que no conozco.

La luna cómplice evoca los conjuros capturados en su faz de los siglos de los sortilegios y los cuervos aletean sus alas negras y las mariposas se posan en los deslices.

Autor: Raúl Silverio Carbajal
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foto: google

Noche Fugaz

 
 
El viento roza los árboles cuando todos duermen
 
El cielo se despeja cuando todos duermen
 
Las almas salen de los cuerpos cuando las mentes se lanzan al sueño de los sentenciados
 
Los amantes hacen imaginaria en la fusión de sus cuerpos
 
El fauno deambula libre en el bosque del albedrío
 
El bullicio de las voces, se callan en las mentes y los lobos acechan en las sombras de las sombras
 
En la casona de madera frente al lago de los cisnes, una dama peina sus hebras oscurecidas en el silencio de la alcoba que cobija su femineidad, en el silencio de la quietud y de esa paz de la noche fugaz.
 
Autor: Raúl Silverio Carbajal
© Derechos reservados
foto: google
 

miércoles, 7 de agosto de 2013

Manjares... Y Tú


El tiempo extraño se había juntado con las ideas que se guardan en la memoria, esas ideas que contemplan las idiosincrasias y los corazones muertos de aquellos verdaderos amantes de los cielos.

Todo aconteció en la pulcritud de un sueño entusiasmado de vapor y sus temores alegóricos cuando parecía caerse el sol para dar paso a una noche con un firmamento de las mañanas que se juntan con las certidumbres de forma única y trivial que cobija a un lugar que nunca había visto.

Los recovecos de pasillos y habitaciones esperaban los pasos certeros y guiados por la convicción de los secretos, de tu secreto y el mío que eran uno solo. Te había visto atravesar un pórtico hacia una habitación durmiente y ajena, y en el sigilo de las sombras había decidido amarte en la anestesia de tu ausencia súbita y desconcertante; el tiempo transcurría de manera prudente cuando entonces se abrió un telón, dando paso a una sala con una mesa que ofrecía manjares finos de almendras, bizcochuelos, leche blanquísima, chocolates y aromas exquisitos para una mañana fusionada con el atardecer; allí estabas, aproximándote mientras te esperaba tan ocasional y adrede como tu elegancia que observa los espacios remitidos al ensueño del mismo sueño insomne, pues te vi, tan cerca de mí, tan lejos de mí, tan mujer como siempre, tan inalcanzable en la cercanía de tu silencio que dibuja espacios en blanco para intuir en algún recuerdo eterno.

Autor: Raúl Silverio Carbajal
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