Que bonita es.
Que bonita es.
Luce como una gacela saltarina que no puede estar quieta en un solo lugar.
Sus ojos color caramelo, lo observan todo y a la vez nada.
Sus ademanes, aducen a los semicírculos que delinea en los espacios de un escaparate en el regazo de la invención que no sabe.
Sus cabellos adornados con diez diminutas trenzas, o su a veces bincha de hebras tornasoladas, hacen de ágape infantil de su maquiavélico devaneo frente al espejo de sus pasos.
La sonrisa zigzagueante, es el ritual de las danzas de las cópulas tempranas, mucho antes del estío.
Los atuendos ceñidos a la delgadez de su cuerpo, funciona en términos de física con la ley de los líquidos (dulce liquido); liquido de dioses para algún mortal imbécil. - Que ironía tan cruel!
Su piel blanquecina con diminutos puntos, se asemeja a bizcochuelos que adornaban al desierto en tiempos de los antiguos.
El lirismo de su voz de cartulina, escapa pronto del vil oído que estimulamos a evocar con alcohol en noches de felonías.
Y sobre el tablero de asfalto y aceras cotidianas, su espigada figura de alfil, busca el reflejo en vidrios casuales que enmarcan su ego aprendiz.
Con apenas diecinueve veces doce meses de luz que congenia su gracia que responde a Cecilia.
Autor: Raúl Silverio Carbajal
Sud América / Perú
Que bonita es.
Luce como una gacela saltarina que no puede estar quieta en un solo lugar.
Sus ojos color caramelo, lo observan todo y a la vez nada.
Sus ademanes, aducen a los semicírculos que delinea en los espacios de un escaparate en el regazo de la invención que no sabe.
Sus cabellos adornados con diez diminutas trenzas, o su a veces bincha de hebras tornasoladas, hacen de ágape infantil de su maquiavélico devaneo frente al espejo de sus pasos.
La sonrisa zigzagueante, es el ritual de las danzas de las cópulas tempranas, mucho antes del estío.
Los atuendos ceñidos a la delgadez de su cuerpo, funciona en términos de física con la ley de los líquidos (dulce liquido); liquido de dioses para algún mortal imbécil. - Que ironía tan cruel!
Su piel blanquecina con diminutos puntos, se asemeja a bizcochuelos que adornaban al desierto en tiempos de los antiguos.
El lirismo de su voz de cartulina, escapa pronto del vil oído que estimulamos a evocar con alcohol en noches de felonías.
Y sobre el tablero de asfalto y aceras cotidianas, su espigada figura de alfil, busca el reflejo en vidrios casuales que enmarcan su ego aprendiz.
Con apenas diecinueve veces doce meses de luz que congenia su gracia que responde a Cecilia.
Autor: Raúl Silverio Carbajal
Sud América / Perú
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