I
Mira lo que me has hecho ángel fémina de luz, mi hermoso ángel de luz
II
Sonreía contigo en esa distancia sutil de tu creencia y la mía, en las argucias de las auras, entre las suaves telas de tus alas, y en tus ojos juguetones bajo copos de nubes de los aires lejanos.
En el amanecer hasta el telón de las primeras sombras, te contemplaba en los caminos polvorientos, ¿recuerdas el polvoriento blanco de las vías bajo el inclemente sol y un crucifijo cercano en el olvido y nuestras siluetas en el polvo inerte?
Oh mi ángel de luz, mi hermoso ángel de luz.
Me detenía a observarte en el sabor de un beso con aroma a vino en tus labios pequeños, en aquel rincón destartalado donde sueles guarecerte y que nadie conoce; en aquellas sombras de ramas de árboles que cobijaron las imágenes estáticas, y la luna en blanco y negro que te obsequié cuando la estrella era en dirección sur.
Oh mi ángel de luz
Tu estancia cae en mi desatino de creencia, y no lo puedo evitar.
III
Crucé el océano diferente, el aturdido espacio donde vagan las almas y quebré el tiempo junto al destino para llegar a ti.
Obtuve el color del mortal para aproximarme a tus sentidos de urbe, y solo bastó una simple articulación de verbos para que te dieras cuenta de que yo estaba en tu vía desde hace siglos, que te había encontrado y que no te dejaría, aunque el nefasto interfiera en lo ajeno.
Seguí la luz de tus pasos, de tus sutilezas y de tu virtud, en aquellos días y sus noches con sus farolas que iluminaban nuestros rostros, cuando el silencio del viento observaba el hermoso amorío.
Pero, tu eres el ángel de dios, de un dios cruel que te arrebató de mi fe y te entregó al placer mundano de un mortal, y en el intento de perpetuarme contigo, dijiste que no, y no te vi alejarte, no te oí despedirte, no sentí el temblor de tu cuerpo con su tibieza que congeniaba con la mía, y me quedé vacío, extraviado y sin sentido, con tu nombre en mi conciencia y tu lejanía en mis ojos.
Mi hermoso ángel de luz. Volveré a cruzar el océano diferente, el aturdido espacio donde vagan las almas y quebraré el tiempo junto al destino para llegar a ti, otra vez, y no habrá dios que te separe de mi lado jamás, porque dios entonces ya no existirá.
Autor: Raúl Silverio Carbajal
© Copyright - All rights reserved 2012imagen: google