Observándote desde la lejanía y cerca de la memoria, mi hermosa dama, tan lejos del bullicio y de los insensatos nefastos, entre colores celeste cielo y blanco arena que asemejan a las telas de tus días festivos, tan cerca de los espejismos que no saben dibujarte.
En el ego de las ánimas, aún conservo tus melodías, tus facciones y cada arrebato de seducción de tus ojos marrones, en el estío compartido y polvoriento, o en vías de asfalto oscuro como los destinos ajenos que observan desde ventanales como a dos simples transeúntes que cruzan las delgadas aceras del nocturno.
En el ego de las ánimas, aún conservo tus melodías, tus facciones y cada arrebato de seducción de tus ojos marrones, en el estío compartido y polvoriento, o en vías de asfalto oscuro como los destinos ajenos que observan desde ventanales como a dos simples transeúntes que cruzan las delgadas aceras del nocturno.
Autor: Raúl Silverio Carbajal
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