jueves, 15 de octubre de 2015

M A D R U G A D A



En el intento de amar tu corazón, abracé tu perfume en los confines de las madrugadas, cuando ya no estabas, cuando las mismas calles que anduvimos ya no me conocían y tu nombre se había borrado en cada acera, jardín, farol y banqueta.

En el sitio de los sueños y de una cita, pernocté una medianoche hasta que el sol clareaba, tan solo había oído tu voz fantasmal tras un auricular y luego el vacío de la soledad se hizo perturbador y gélido, amorfo e insensible a todo lo contrito de mis creencias.

Tu imagen invisible jamás apareció; aunque tuve la esperanza insidiosa a cuestas de una luz mortecina que me recordaba tu alejamiento vil y cedido.

Un anillo con piedras color turquesa, agua marina y cristal, conservo en uno de mis bolsillos, lo acaricio y lo imagino luciendo entre tus dedos de canelas y entonces en un instante despierto con tu nombre en mis labios, besando a la inexistencia alterada de tu tiempo, sin ángeles y sin dios.

Autor: Raúl Silverio Carbajal
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