En el intento de amar tu corazón, abracé tu perfume en los confines
de las madrugadas, cuando ya no estabas, cuando las mismas calles que
anduvimos ya no me conocían y tu nombre se había borrado en cada acera,
jardín, farol y banqueta.
En el sitio de los sueños y de una
cita, pernocté una medianoche hasta que el sol clareaba, tan solo había
oído tu voz fantasmal tras un auricular y luego el vacío de la soledad
se hizo perturbador y gélido, amorfo e insensible a todo lo contrito de mis creencias.
Tu imagen invisible jamás apareció; aunque tuve la esperanza insidiosa a
cuestas de una luz mortecina que me recordaba tu alejamiento vil y
cedido.
Un anillo con piedras color turquesa, agua marina y
cristal, conservo en uno de mis bolsillos, lo acaricio y lo imagino
luciendo entre tus dedos de canelas y entonces en un instante despierto
con tu nombre en mis labios, besando a la inexistencia alterada de tu
tiempo, sin ángeles y sin dios.
Autor: Raúl Silverio Carbajal
© Derechos Reservados
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