domingo, 25 de septiembre de 2011

Los Hados y el Tropel del Océano



El brillo solar cubría el horizonte de los hados ambiguos y al pedestal de los pasos sobre la arena blanca de aquel lugar que fue nunca en el pasado, gestora a tiempo del autentico consecuente de ese romance usurpado.

El viento envolvía los cuerpos ascendentes en la delgada orilla adornada por la escarlata líquida que el océano tranquilo y diferente en su pulcritud de aguas, provee a sus huéspedes que pronto serían en la extraña escena, el suceso dual mientras un extenso pasadizo de madera hacia de observador.

El arrullo indiscriminado pero con ese elemento ligero de la pluralidad de las aguas de la mar, aguardaba nuestra presencia dispuesta a ser partícipe de su leyenda extraña que luego contarían los lugareños a lo largo de las costas junto a cercanos y ajenos en sus casonas de esteras con adobe entumecido.

Para el portento, nuestros atuendos eran los mismos de los que utilizamos en esos días de labores cuando luce el beige con sus distintivos de jerarquía que entonan con la obra y el contoneo de tus caderas para el tránsito sucesivo de la estampa con destino sur; allí, con el protagonismo de tu presencia de mujer que incita a mi idea de cortejarte y culminar amándote, estuvimos intercalando frases en el idioma inaccesible a los sentidos para este adecuado espacio onírico; de repente, la calma del océano tranquilo se convirtió en un tropel de sonidos adjunto a esa enorme masa de agua viniendo hacia nosotros, y solo bastó la primera embestida para partir en pedazos al pasadizo de madera observante.

La confusión de lo inesperado, convirtió las huellas descalzas encubiertas hacia linderos opuestos por sobre un acantilado desde donde se observaba la demencia calculada de la obra destructiva e impetuosa que no alcanzaba hacia  más allá de la orilla adornada de escarlata. El tropel se produjo una y otra vez, con la intención literal de un armado ondulante con garfios de hielo que se aproximaba con esa finalidad disuasiva para coexistir en la razón de la ironía mientras una rara niebla de invierno no permitía visualizar el motivo del protagonismo.

Cuando el ondulante llegó hacia el escarlata, este se detuvo conteniendo al inmenso océano para inmediato volver a la calma inicial y con ese brillo solar en el horizonte.

Lo extraño es que aquella fémina en mención líneas arriba, mientras era la cercanía en ambos, se había proyectado un tul que desenfocaba su noble rostro que no permitía congeniar la memoria con el hermoso semblante dibujado en infinitas ideas cuando gobiernan los astros.

Me sentí contrariado en el espacio de ese campo que denominamos olvido, aún cuando en aparente estado sobrio desperté somnoliento entre mis mantas, solo convergían en mi lucidez, el tul que desenfocaba el noble rostro de la fémina que sostuve en el calor de mi abrazo en el mundo real de las noches en tierras lejanas y de cielo sin luna.

Autor: Raúl Silverio Carbajal
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foto: google

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