El jardín se había desbordado y se había
hecho extenso, los árboles habían crecido demasiado altos y los arbustos
lo imitaban en su intento. Las carcajadas compartidas habían
desaparecido del interior y de alguna posible situación casual e ingenua en la retorcida memoria de Anabel.
Anabel oculta su rostro con la caricatura de su fantasía, fue al poco tiempo y después de cuando entonces tenía a dos hermanos contemporáneos para su entonces edad cercana a la pubertad, pubertad que ya no existe.
Una tarde de Abril, en el amplio verdor del jardín cargado de humedad, aromas dulces y musgos suaves que hacían de alfombra para el artificio de las hadas, el paisaje se convirtió en tibio y rojizo, acompañado de gritos desesperados que se apagaron con prontitud. Anabel, ahora tenía el bosque para ella sola.
Anabel oculta su rostro con la caricatura de su fantasía, fue al poco tiempo y después de cuando entonces tenía a dos hermanos contemporáneos para su entonces edad cercana a la pubertad, pubertad que ya no existe.
Una tarde de Abril, en el amplio verdor del jardín cargado de humedad, aromas dulces y musgos suaves que hacían de alfombra para el artificio de las hadas, el paisaje se convirtió en tibio y rojizo, acompañado de gritos desesperados que se apagaron con prontitud. Anabel, ahora tenía el bosque para ella sola.
Autor: Raúl Silverio Carbajal
© Derechos Reservados
Imagen: google