Los
escarpados acumulan a la fría nieve que dibujan los pasos de la
princesa, “Ella”, frente a los viejos muros del castillo, aguarda al
príncipe de sus días de iluminación. El príncipe es escoltado por los
gitanos del monte, perseguido por corazones indolentes que llevan la
muerte como única opción. “Ella”, observa el galope de los insensatos
que lo persiguen a campo traviesa mientras el sol con su rojiza luz se resiste a caer tras las montañas afiladas.
La princesa presiente la aflicción de su amado príncipe e invoca a la integridad de la naturaleza:
La princesa presiente la aflicción de su amado príncipe e invoca a la integridad de la naturaleza:
* * * * * * *
- “Ven a mí, viento poderoso”
- “Ven a mí, dame tu fuerza”
- “Ven a mí, dame tu fuerza”
- “Ven a mí, dame tu fuerza”
- “Ven a mí, dame tu fuerza”
* * * * * * *
El viento ruge en su invisibilidad y el príncipe pronuncia el nombre de su amada y la tierra le devuelve su hermoso poder.
Autor: Raúl Silverio Carbajal
© Derechos Reservados
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