Sarah es tu gracia.
Autor: Raúl Silverio Carbajal
© Derechos Reservados
Princesa es tu origen.
Te fue concedido la sapiencia que ocultabas, los sortilegios en tus pupilas, los encantos en tu femineidad y en tu voz los coros del cielo cuando los ángeles articulan sus felonías.
Fueron los días ocultos en tu semblanza origen, en el oscuro de la noche, en la plata de la luna y en el oro del sol.
Los mundanos temen tu presencia, siempre te han temido. Ellos desconocen la fuente de tu paz, la perseverancia de tus pasos y el desliz de tus manos que dibujan los caprichos sobre telas que se insertan en la fiebre de tus sueños.
Sentenciada culpable por tus artes, por el miedo de los otros. Ellos te dieron muerte y sonrieron aún temerosos propios de su cobardía a tus últimas palabras, entonces tus ojos se cerraron.
Tu cuerpo blanquecino viajó a través de mares y vientos, arrullado por el canto de las sirenas que conocen tu estado de tiempo alterado.
Ahora descansas en suelo santo, cerca de extraños que te acogieron en sus brazos fraternos. Las palmas se juntan en el ademán seguido para que labios ajenos entonen una oración con tu nombre: - "Sarah".
El pueblo pesquero de "Pisco" amanece hasta más allá de los cien años, y en su fertilidad, aún cobija a una hermana de la tierra y de las auras.
Autor: Raúl Silverio Carbajal
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